2.9.13

"La rigidez de su cuerpo me cautiva, más mis ansias sangrientas de verme entre sus deseos me encamina hacia arrancarle el ropaje de un ventisco; la suspiro en el oído exclamando: “el sufrimiento de dos montañas al unirse, logra la hermosura de un rio, no llores tonta, que de tu rio beberé hasta mis ansias”. Nuevamente llora y como promesa lamí de sus mejillas las lágrimas, las coloque en sus muy furiosos pezones, mientras los acariciaba con el borde de mi lengua; sonriente, endiablado, la mire entre esos ojos ya sin lágrimas, la despoje de un pestañeo de todo ajuar, lentamente sentí como en medio de sus verdes paisajes brotaba la furiosa agua de una cascada, que la masía entre mis fuertes brazos de eucalipto, le rebotaba en un sembrío de girasoles, pálidos de tanto ajetreo. Luego de devorar sus colores la deje ahí, pálida, muerta, pero sonriente."

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